“Es importante hacer partícipes a los mayores en la elección del modelo residencial que desean recibir”

“La Geriatría sigue siendo una especialidad desconocida para gran parte de la población, incluidos los recientes licenciados en Medicina”

I. Díaz 

Licenciada en Medicina por la Universidad de Oviedo, Ana Sanz desempeña la asistencia médica en el AGC de Geriatría del Hospital Monte Naranco, de Oviedo. Durante la tercera ola de la pandemia, formó parte del equipo médico Covid de dicho hospital, en la asistencia diaria y el desarrollo de las guardias médicas.

– La gran mayoría de profesionales que trabajan en residencias están acostumbrados a brindar atención a las personas,  incluso al final de la vida.  Pero no pudieron hacer mucho para ayudar a esas personas ni a sus familias.  Durante su periodo como coordinadora médico en el centro sociosanitario Hospital Gijón,  ¿cuáles fueron los elementos más claros que afectaron al personal?

Tenemos que tener en cuenta que de por sí, el ámbito sociosanitario como escenario laboral, tiene una peculiaridad que no se observa en otros puestos de trabajo, y es el “duelo profesional”.

En otros sistemas de salud donde las estancias son temporales, es difícil o poco frecuente que los profesionales desarrollen un duelo cuando un paciente fallece. Sin embargo, una residencia, en la que de manera diaria se convive, acompaña, atiende a los usuarios, el personal sufre una implicación emocional muy importante en relación al final de la vida de sus ancianos.

En la primera ola resultó muy duro no poder recibir a las familias por no disponer de suficientes medidas de protección que garantizaran que esa visita se hiciera con la seguridad adecuada.  Por suerte, no nos faltaron tratamientos de confort que aliviaran los momentos de agonía a nuestros usuarios que se encontraban al final de la vida, y me siento orgullosa de poder decir que no murieron solos. Es evidente que la figura de un hermano, un hijo o una pareja, es insustituible en un momento tan importante de la vida, pero al menos tuvieron a un grupo de profesionales dispuesto a aliviarles y acompañarles para que no sintieran la tan temida soledad y sin duda eso supuso un consuelo para las familias y para el personal que pudo sentir de su presencia, una utilidad, en mi opinión eso es hacer mucho.

¿El miedo puede llegar a deshumanizar?

Cualquier acto que se realice de manera repetida en el ámbito profesional se puede convertir en rutina. Lo que al principio de la pandemia nos generaba miedo, posteriormente fue “normalizado” por el personal que día a día se enfrentaba a la Covid.

No obstante, creo que ese miedo o esa rutina no puede permitirnos caer en la deshumanización pues un trato adecuado y empático hacia nuestros usuarios y pacientes es lo mínimo que podemos ofrecerles cuando se encuentran en un escenario tan vulnerable, no solo en lo que al coronavirus se refiere, sino al envejecimiento en general.

Personalmente, no encuentro justificación alguna que enlace el miedo con la deshumanización. Somos profesionales del ámbito de la salud y debemos garantizar que los ancianos reciban las mismas atenciones que desearíamos para nosotros.

Así todo, no creo que se haya dado un trato deshumanizado sino todo lo contrario. Muchos de nosotros nos alejamos de nuestro entorno más cercano, nuestras familias con las que convivíamos a diario, para dedicarnos en cuerpo y alma a atender de la mejor manera que supimos y pudimos a nuestros pacientes.

¿Estuvieron sobreprotegidos los residentes?

Parto de la base que todas las medidas que se aplicaron se hicieron con la mejor de las intenciones, asumiendo que se trataba de un colectivo muy vulnerable, no solo por su edad avanzada sino por convivir con un grupo de personas de su misma generación en un ambiente cerrado. Sin embargo, sí creo que de la misma manera que los niños o el resto de la población vivimos una desescalada que permitía tener un momento de “libertad” al día para poder salir a la calle, en el caso de los ancianos institucionalizados, el confinamiento estricto se alargó 100 días (hasta el 21 de junio, fecha en la que finalizó el primer estado de alarma) por lo que en mi opinión sí se establecieron medidas de sobreprotección que no fueron beneficiosas pues no se dirigieron a abordar la salud integral de los residentes sino a evitar el contagio por coronavirus exclusivamente, dejando de lado la esfera funcional y mental (cognitiva/emocional).

¿Piensa que el modelo actual de residencias ha fallado?

Culpar al modelo residencial en general del empeoramiento de la salud de los mayores me parecería injusto.

A principios del 2020, nadie esperaba que una pandemia arrasara nuestras vidas de esta manera y hasta entonces se habían desarrollado fundamentalmente modelos asistenciales clásicos. Mirando al pasado, otro perfil de centro podría haber facilitado el confinamiento sin tanto impacto para los usuarios.

Así todo, sí considero que los centros de alojamiento deben adaptarse a las nuevas realidades, garantizando la disposición de espacios abiertos y mejorando las condiciones de habitabilidad, teniendo en cuenta la diversidad de los usuarios a los que se dirigen.

Cuáles son las consecuencias de las restricciones de contacto social ?

El confinamiento estricto al que esta población se vio sometida, no solo ha supuesto una restricción en el contacto social, sino también una limitación en su actividad física diaria; por todo ello hemos visto ya en los últimos meses, como ha habido un aumento en el diagnóstico de depresiones y demencias a raíz del aislamiento, así como se han desarrollado muchas patologías derivadas de la falta de movilidad lo que al final se traduce en un deterioro funcional y mental que afecta directamente a la calidad de vida de estos usuarios.

¿Qué intervenciones se deben  abordar para afrontar estos retos?

A partir de ahora queda un futuro de trabajo constante, prestando fundamental atención a la recuperación funcional de esos ancianos que han visto mermada su calidad de vida, integrándoles en programas de rehabilitación y ejercicio físico con el fin de que recuperen en la medida de lo posible las capacidades perdidas. Eso va a tener un beneficio no solo físico sino también en la esfera mental. Además, respetando las medidas de seguridad que están vigentes en el momento actual para la población en  general, el volver a recuperar sus “vidas” en la medida de lo posible, disfrutando de su entorno familiar, va a suponer un beneficio indudable para su estado de ánimo.

En cuanto a los centros residenciales, sin duda queda mucho por hacer. Me consta que desde la consejería de Bienestar Social se está poniendo el punto de mira en mejorar la atención que se ofrece a los usuarios (no solo en lo que a habitabilidad se refiere, sino también en el trato directo que reciben), algo que posiblemente tengamos que agradecer a la pandemia, pues si bien es cierto que hace años que esta preocupación tendría que haberse puesto en la mesa, no se ha hecho efectivo hasta ahora; más vale tarde que nunca dicen, ¿no?

No debemos olvidar que el hecho de ser anciano, no necesariamente te limita para la toma de decisiones, por lo que considero importante hacerles partícipes en la elección del modelo residencial que desean recibir y dejar de lado la visión  asistencialista que se tiene en la actualidad.

En el nuevo modelo de atención que se pretende implantar en las residencias ¿qué función puede desarrollar  un geriatra?

En realidad un geriatra tiene campo en todo lo que se refiera a la salud de los ancianos, Tenemos la capacidad y la formación para dar una atención sanitaria integral al anciano sea cual sea su lugar de residencia. Lo que está claro es que los modelos asistenciales han de adaptarse a las necesidades de la población  y si contamos con una población envejecida, debe haber servicios de geriatría en todas las áreas sanitarias.

¿Cuáles considera que son las razones que han llevado a la falta de geriatras en España?

Yo le daría la vuelta a la pregunta. ¿Por qué en una sociedad tan envejecida como la nuestra, se ha eliminado del currículum formativo de las universidades la asignatura de “atención sanitaria al anciano” (como se llamaba en la Universidad de Oviedo cuando yo estudié la carrera)? Sin duda alguna, la esperanza de vida en España ha tenido un crecimiento exponencial a lo largo de estos últimos 20 años y sin embargo, sigue siendo una especialidad desconocida para gran parte de la población, incluidos los recientes licenciados en Medicina. Visto así parece un sinsentido.

Además, en el sistema público de salud, no todos los hospitales cuentan con especialistas en Geriatría en su plantilla, lo que impide el desarrollo de unidades docentes para formar a las nuevas generaciones de especialistas, por lo que el número de plazas que se ofrecen anualmente, es menor que el de otras especialidades a pesar de la necesidad existente.

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