6-10-2022/Cristina Fernández Portero, Associate profesor Universidad Pablo de Olavide y Guillermo López Lluch, Catedrático del área de Biología Celular. Investigador asociado del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo. Investigador en metabolismo, envejecimiento y sistemas inmunológicos y antioxidantes Universidad Pablo de Olavide
En un análisis de sangre medimos los niveles de glucosa para detectar diabetes, los de colesterol para prevenir enfermedades cardiovasculares, las enzimas hepáticas para detectar un daño en el hígado o ciertos marcadores como la PSA para detectar cáncer.
Pero, ¿qué hay del deterioro cognitivo? ¿Hay algún biomarcador que nos indique cómo de envejecido está nuestro cerebro? Nuevos estudios apuntan a que la coenzima Q10 es una interesante candidata.
Un siglo del descubrimiento del alzhéimer y sigue sin tratamiento
Hace más de un siglo que se empezó a hablar del alzhéimer y aún nos sigue dando quebraderos de cabeza. Sobre todo últimamente, con una población cada vez más envejecida y el consiguiente crecimiento de las enfermedades propias de la edad avanzada.
La realidad es que, pese al empeño de los investigadores, las terapias clínicas abordadas hasta el momento para combatir el deterioro cognitivo han fracasado. Incluso, recientemente, se han puesto en cuestión los datos de ciertos estudios que enfocaron las posibles terapias a la acumulación de proteína amiloide o de ovillos tau, dos de los procesos moleculares y celulares más comunes en el alzhéimer, pero también en el envejecimiento no patológico.
El desafío ahora es analizar en profundidad otros procesos diferentes que puedan estar relacionados con la pérdida de funcionalidad asociada a la demencia senil. Entre ellos, el daño oxidativo, la inflamación crónica e incluso las infecciones bacterianas. Este enfoque podría conducirnos, quién sabe, a otro tipo de terapias más efectivas.
Probar tratamientos en personas mayores no es nada fácil
Los eventos que ocurren durante el envejecimiento son muy complejos, y además no siempre evoluciona igual. Cada célula, tejido u órgano va perdiendo funcionalidad de maneras y a velocidades diferentes. Por eso cuesta tanto encontrar un factor común hacia el que dirigir las posibles terapias.
Por otra parte, por razones obvias, los estudios clínicos realizados con seres humanos no permiten abordar intervenciones que puedan producirles daño. Deben estar avalados por estudios preclínicos previos que permitan comenzar el tratamiento con humanos con cierta seguridad. Aún así, en la primera fase de un estudio clínico siempre se estudia la seguridad del tratamiento y se aborda sobre una pequeña población. Pero claro, el riesgo de que en personas mayores aparezcan señales de deterioro de la salud, independientes del tratamiento, es alto. Por eso a partir de ciertas edades ni siquiera se considera a estos pacientes como candidatos a un estudio clínico.
¿Qué nos queda entonces con las personas muy mayores? Pues estudios observacionales donde se analizan los resultados obtenidos a partir de muestras fáciles de obtener, como la sangre, y de procedimientos livianos que no produzcan daño en los participantes. A veces son estudios puntuales y otras estudios longitudinales que siguen a una población durante años.
Aunque sabemos que correlación no implica necesariamente causalidad, sí podemos usar biomarcadores para detectar la diabetes o el riesgo de enfermedades cardiovasculares. De ahí el interés de encontrar el equivalente para las enfermedades neurodegenerativas.
¿Podría ser la coenzima Q10 un marcador de deterioro cognitivo?
La coenzima Q10 (CoQ10) es una molécula esencial para la vida. No existe ningún organismo en la Tierra que no contenga esta molécula o alguna de sus variantes. No solo resulta esencial para la generación de energía por parte de las mitocondrias, sino también para proteger las membranas celulares y el colesterol del plasma sanguíneo de la oxidación.
Es comprensible, por tanto, que su deficiencia ocasione un deterioro de la funcionalidad del cerebelo, el oído, el músculo y el riñón. Incluso puede provocar la muerte a edades muy tempranas.
A lo largo de la vida los niveles de CoQ10 van descendiendo a diferente velocidad dependiendo de los órganos. En la sangre estos niveles no presentan una relación clara con la edad aunque sí con la capacidad física. Además, nuestro reciente estudio ha demostrado que los niveles de CoQ10 en la sangre están muy relacionados con la capacidad ejecutiva y cognitiva en personas mayores. Sorprendentemente, menores niveles de CoQ10 en plasma se asociaron con mayor riesgo de demencia y menor capacidad ejecutiva.
¿Por qué? Una posible explicación es que el CoQ10 del plasma influye directamente sobre las células que revisten los vasos sanguíneos, conocidas como endotelio vascular. En el cerebro, este endotelio (barrera hematoencefálica) está muy especializado y controla el tránsito de sustancias y células desde la sangre. Y resulta que durante el envejecimiento aumenta su permeabilidad, influyendo en los procesos degenerativos.
Afortunadamente, existen enzimas implicadas en la protección antioxidante de las células endoteliales, aunque para funcionar requieren de CoQ10. De ahí se deduce que altos niveles de CoQ10 circulante en la sangre preservarían la capacidad de la barrera hematoencefálica durante el envejecimiento, previniendo así las enfermedades neurodegenerativas.
Aunque hacen falta más estudios que lo confirmen, todo apunta a que la CoQ10 puede ser un excelente marcador del deterioro cognitivo.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.