Redacción 6-9-2023
El principal objetivo del programa ‘Nuestros Mayores Viajeros’, impulsado por los centros de atención a personas mayores y/o dependientes Tercera Actividad que la Fundación Santa María la Real, gestiona en Aguilar de Campoo (Palencia) y Valdelafuente (León) es acercar a los residentes a sus lugares de origen o facilitarles el conocimiento de nuevos lugares y destinos. Así, esta semana, han podido acercarse a León y Nava de Santullán.
Una docena de residentes de Tercera Actividad Valdelafuente, acompañados por parte del equipo técnico han podido embarcarse en un emocionante recorrido por los rincones más emblemáticos de la capital. A bordo del icónico tren turístico, visitaron joyas como la Plaza de San Marcelo, la Casa Botines, el majestuoso Palacio de los Guzmanes, la conocida Calle Ancha, la histórica Plaza de San Isidoro y su imponente Basílica o el majestuoso Parador Nacional de San Marcos, entre otros. Y, para finalizar, una buena sesión de «tapas» frente a la Casa Botines, para poder seguir compartiendo recuerdos y experiencias.
Aguilar de Campoo – Nava de Santullán (Palencia)
En Aguilar de Campoo pusieron rumbo a Nava de Santullán junto a un grupo de 30 personas, compuesto por familiares, amigos y equipo técnico. Allí fueron recibidos por María José Roldán y su marido, dos vecinos y apasionados de su pueblo, que se encargaron de guiar al grupo por los rincones más significativos de esta pedanía de Barruelo de Santullán. Así, en la mejor compañía, visitaron la fragua y el potro donde se calzaban los caballos, que despertó el recuerdo de otros tiempos, al ver el horno, el afilador «a pedales» o el enorme fuelle que avivaba el fuego imprescindible para los herreros de la época. «En todos los pueblos había un herrero», recordaban Mercedes, Ángel o Elena, para precisar que «allí afilábamos los cuchillos o las hachas».
Otro lugar cargado de significado para los viajeros y preservado con mimo en Nava de Santullán: el lavadero, donde algunas de las viajeras, como Lali, rememoraba el frío que pasaban limpiando la ropa con las manos llenas de sabañones, pero también «que era el club social de la época», dado que «allí se contaban todos los cotilleos del pueblo». Del lavadero, a una original fuente, cerrada por cuatro lápidas antropomorfas reaprovechadas de otro tiempo y que hacen las veces de abrevadero de animales.
No podía faltar la visita al santuario de Nuestra Señora del Carmen, de la que muchas residentes son devotas. Allí cantaron con la guitarra que siempre lleva a sus espaldas la fisioterapeuta del centro, Ángela Soria. Para terminar, una buena merienda en los jardines del santuario, con tortilla, empanada, dulces y otras viandas para compartir y departir, al ritmo de la música con clásicos como «Clavelitos», pasodobles o jotas castellanas…
Sin duda, viajes repletos de reminiscencias, recuerdos del pasado y llenos de alegría e ilusión para todos los participantes.