Laurentia Jora 31-10-2023
Uno de cada cuatro ucranianos es mayor, más de un millón está afectado por la guerra y 3,5 millones necesitan ayuda humanitaria, según HelpAge, socio de la ONG World Vision. De las 90.000 personas refugiadas que hay en Moldavia, se calcula que 13.500 son ancianos y ancianas.
El agudo sonido de 16 aviones sobrevolando la zona reverberaba por las sombrías calles del pequeño pueblo de Mykolaiv, al sur de Ucrania, en una modesta zona rural. «Fue aterrador», recuerda Tatiana. “Todo el pueblo se quedó sin calefacción, electricidad ni agua corriente. Cubrimos las ventanas de la casa con mantas para evitar que explotaran los cristales».
Enfrentándose a múltiples desafíos, Tatiana, su hija y su nieto viajaron durante más de 24 horas para buscar refugio en Moldavia. Iván, el marido de Tatiana, que padecía graves problemas médicos, llevaba meses postrado en cama. Demasiado peligroso y difícil para él desplazarse por el país, permaneció en la Ucrania devastada por la guerra.
«Mi marido pasó semanas en el hospital debido a su terrible enfermedad. No podía comer ni andar», cuenta Tatiana, secándose las lágrimas. «El principal problema con el que nos encontramos en Moldavia es económico. Estoy jubilada y mi pensión es escasa si tenemos en cuenta lo que tengo que gastar cada día en comida y medicamentos. El coste de la vida es muy alto, incluido el alquiler y los servicios».
El bienestar de los ancianos y ancianas refugiados se ve afectado negativamente por sus dificultades económicas y médicas, lo que exige una urgente necesidad de atención de salud mental y apoyo psicosocial. Tatiana recuerda que cuando llegó a Moldavia estaba angustiada y no paraba de llorar.
Empezó a asistir a las actividades psicosociales en las que ucranianos y moldavos se reúnen una vez a la semana para hablar de sus dificultades. «Participar en actividades psicosociales me hace sentir menos ansiosa. Desconecto mi mente durante unas horas de todo lo que ocurre en Ucrania», dice Tatiana. «Ahora lloro menos. Hace unos meses me sentía mucho más vulnerable y sensible».
Svetlana Arhirii, coordinadora local del proyecto y especialista en temas de tercera edad y discapacidad, explica como ha observado la estrecha relación que se ha forjado entre los ancianos y ancianas refugiados ucranianos y los moldavos. “Se ayudan mutuamente en lo que pueden, crean vínculos y amistades. Además, aprenden cosas nuevas unos de otros, y a nivel emocional, el impacto de estas conexiones es enorme. Hay un resquicio de esperanza entre tanto dolor gracias a las personas moldavas que extienden su ayuda y apoyo a las personas refugiadas”.
La nueva vida en Moldavia
Tatiana se ha establecido en Moldavia con su hija, su nieto y su marido, Ivan, que tras más de dos meses de refugio en Ucrania y con la ayuda de varios voluntarios, llegó al país en mayo de 2022. Actualmente alquilan un pequeño apartamento a dos horas de la capital, Chisinau. Su hija se esfuerza por encontrar un trabajo que cubra las necesidades económicas de la familia.
«No habla rumano y cada vez le resulta más difícil encontrar trabajo. Estoy preocupada. ¿Cómo va a criar a su hijo de nueve años? ¿Cómo vamos a sobrevivir?», dice. «Dependemos de nuestra pensión para mantenernos los cuatro». Los ingresos máximos mensuales por jubilación para Tatiana y su marido juntos son de unos 120 dólares. «Los servicios públicos nos cuestan 150 dólares al mes», subraya.
A través de la iniciativa de World Vision con HelpAge, Tatiana y el resto de ancianos y ancianas necesitados recibieron ayuda en efectivo. «Recibimos el dinero en diciembre de 2022. Mi alquiler y los servicios públicos se cubrieron desde entonces con esos fondos. No sé cómo habríamos podido pagarlo de otra manera», explica Tatiana.
Hasta la fecha, World Vision ha llegado a más de 60.000 personas refugiadas ucranianas y familias de acogida en 32 distritos de Moldavia, asociándose con organizaciones locales como HelpAge, Food Bank, Step by Step, AVE Copiii y Communitas.
En total, World Vision respondió a las necesidades de más de 650.000 refugiados ucranianos y comunidades de acogida en Ucrania, Rumanía, Moldavia y Georgia.