Lo que sabemos y lo que nos falta por investigar sobre la soledad

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Sacramento Pinazo-Hernandis, Profesora titular de Psicología Social en Universidad de Valencia, Universitat de València

La soledad es un asunto de gran importancia social y sanitaria. No se puede banalizar. A menudo, está unida a problemas de salud mental. En los últimos años ha aumentado la concienciación y el interés por la soledad y el aislamiento social, sobre todo a raíz de la pandemia por covid-19, que visibilizó un problema ya existente. Pero no es suficiente.

Aún quedan muchas preguntas sin resolver que precisan de respuestas basadas en la evidencia científica: ¿cómo viven las personas que se sienten solas?, ¿qué necesitan?, ¿qué les ayudaría a vivir mejor?, ¿cómo podemos ayudarles a conectar con otras personas y consigo mismos?, ¿cómo aprender a aceptar la soledad?

Vivimos, como advierte el pensador Zygmunt Baumann, en sociedades líquidas, muy cambiantes, con relaciones poco duraderas y comprometidas, muy individualizadas. Además, cada vez somos más digitales. Nunca hemos estado tan conectados como ahora. Una ilusión de conexión. Nos comunicamos mucho, pero por WhatsApp u otras vías. Nos sentamos poco a estar con otras personas.

¿Soledad y aislamiento social son lo mismo?

La soledad es subjetiva y el aislamiento social es un hecho objetivo. La soledad es un sentimiento personal que se refiere a la falta de conexión con otras personas y el deseo de relaciones más satisfactorias. Pero no es nada fácil definirla.

“Es una cosa muy mala, que te paraliza”, “no sabría decirte”… Son algunos testimonios de las personas entrevistadas en un estudio que realizamos en Cantabria en el marco del Programa Viernes contra la soledad no deseada. Encontramos más de 140 palabras diferentes que agrupamos en 12 categorías: la soledad como tristeza, pena, dolor, fracaso, vacío, miedo, abandono, ansiedad, depresión, vergüenza, rumiación.

Pocas personas nos hablaron de la soledad como algo positivo (solitud, paz, tranquilidad, encuentro con uno mismo…). Podemos citar diferentes elementos que se deben incluir en una definición de la soledad como experiencia negativa, entendiéndola como una situación que no se elige voluntariamente (no deseada) y que no se controla. Se relaciona con tener una red insuficiente para ofrecer el apoyo social que se necesita, y que genera sentimientos desagradables en quienes la padecen.

Por su parte, el aislamiento social es algo objetivo que se refiere a tener pocas relaciones sociales y un contacto social nulo o infrecuente.

Tampoco debemos confundir sentirse solo con estar solo o vivir solo. Algunas personas pueden experimentar soledad viviendo acompañadas. En cambio, otras pueden no experimentar soledad viviendo solas.

El aislamiento social y la soledad también pueden tener un impacto negativo en la salud mental, aumentando el riesgo de ansiedad, depresión y deterioro cognitivo, y física (problemas cardiovasculares, por ejemplo).

¿Qué factores de riesgo pueden llevar a sentirnos solos?

Si bien la soledad puede afectar a cualquiera, hay grupos de especial riesgo como las personas mayores, las personas migrantes, las personas con discapacidad o enfermedad mental, las personas sin hogar, las personas jóvenes que viven en situación de precariedad económica o las personas de colectivos LGTB, entre otras.

Las diferentes investigaciones han encontrado factores de riesgo de los sentimientos de soledad que a veces ocurren a la vez. Uno de ellos es vivir solo, pero también hay elementos socioestructurales –como las barreras arquitectónicas y la falta de transporte y recursos adecuados–, la discriminación o aspectos sociales y culturales.

¿Qué estrategias hay frente a la soledad?

En los últimos años han surgido estrategias, planes y programas para luchar contra la soledad en diferentes lugares del mundo. Algunos de ellos están dirigidos a aumentar la conexión social y el sentido de comunidad. Otros se enfocan directamente a que la gente no se sienta sola o esté aislada: End loneliness (Reino Unido), estrategia frente a la soledad no deseada de Madrid y Barcelona; programa Cerca de ti de Castilla-León; programa Te acompaña de Cruz Roja; programa Siempre acompañados de Fundación la Caixa, etc. Pero lo cierto es que aún no disponemos de análisis sobre la efectividad de las políticas implementadas.

Si la soledad tiene diferentes causas, es un fenómeno multidimensional y multifacético, precisará de diversos modos de afrontarla. Por esta razón, debemos hablar de soledades y realizar distintos tipos de acciones para tratar de mitigarla: individuales, sociales y comunitarias.

Entender lo que puede llevar a las personas a sentirse solas y lo que mantiene a algunas atrapadas en la soledad es crucial para el desarrollo de buenas intervenciones para prevenir y mitigar sus efectos. También es necesario atender a otros grupos de personas, más allá de los mayores.

Somos seres sociales y relacionales y necesitamos de los vínculos y la compañía, y el apoyo social es un factor protector que ayuda a las personas a afrontar diversas situaciones que ocurren a lo largo de la vida. Aunar esfuerzos para crear comunidades amigables que cuiden de las personas de todas las edades es un asunto al que debemos dedicar esfuerzos.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.

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