Redacción 18-12-2024
Durante el verano de este 2024, desde Canal Sénior se lanzó el I Certamen Literario de Relatos. Bajo la temática del edadismo y la lucha contra el mismo, se recibieron más de 300 relatos, recopilados en una colección.
A pesar de tener a cinco ganadores, para la asociación Canal Sénior todos los participantes merecen su reconocimiento, por ello han recopilado los 365 relatos en la colección que acompaña la publicación.
Ganadores del concurso
Igualmente, el jurado quiso reconocer a algunos de los mejores relatos.
De todos los participantes, el jurado falló a favor de “La Nieta“, una obra de Sara A.C., de 67 años, quien se llevó el primer premio de 200€. El segundo premio, un ebook, recayó en Luz S., de 48 años, con su relato «Mariposa».
Para el tercero, los agraciados fueron Margarita N.L., con su relato “Equipo Jota“, Helena S.L., con “Viejos cuentos para nuevos tiempos” y Roberto A.M., con “Un ángel en Mérida“, con tras vales para La Casa del Libro .
El objetivo principal de este certamen no era simplemente poder premiar los mejores escritos, sino incentivar a todos los participantes a dejar volar su imaginación y desarrollar un hábito tan bonito como es la escritura.
La nieta
Autor: Sara Arnez Cuentas
«La abuela Mercedes había nacido en el siglo pasado, la desolación y la pobreza impregnaron su vida como el lodo que demora en limpiarse. Nada sobraba, la comida no se podía elegir, la ropa no tenía moda, los estudios no eran para todos. Muy pronto, siendo una niña, la incluyeron en el inventario de bienes de la cocina, para trabajar con su madre. Según iba creciendo, recibía como muestra de confianza, la escoba, la fregona y más tarde los cuchillos.
Mientras sus hermanos exploraban el universo desconocido del pueblo, su campiña, su río y jugaban a ser soldados, o demonios, ella preparaba el sustento para los héroes que cansados y rendidos llegaban a su mesa aparcando en la puerta la vieja bicicleta en que se trasladaban a sus mundos infantiles. Sentados a la mesa sudorosos y comiendo como lobos le contaban de sus guerras, le hacían reír con sus historias y un día se marcharon lejos, libres, a vivir la vida.
La bicicleta permaneció apoyada en el muro, atravesando estaciones de luz y oscuridad. Mercedes la limpiaba y la cubría con una lona para que no se oxidara, la engrasaba y la abrazaba, soñando ella también con viajar, con volar lejos.
Muy pronto llegó el amor y los hijos. A ellos entregó la bicicleta, y así conocieron también aquellos extraños sitios de donde sus hermanos regresaban locuaces y contentos. Cuando los nietos llegaron, eran como huéspedes de paso, siempre ansiosos de partir, de divertirse en grande, como decían, de conocer ciudades y personas que veían en la pantalla. ¿Que podían descubrir en el pueblo?
Pero un día, de alguno de esos hijos despistados que trajo al mundo, llegó una niña, la única nieta, hermana y amiga que conoció. A la que enseñó a comer y a caminar: no tengas miedo, yo te sostengo.
Fue la que tomó la bicicleta y creció encima de la montura, la que no quiso partir y se quedó con ella, la que a la vuelta de la escuela le leía los libros que estudiaba, la que le enseñó a leer todos los días a la misma hora.
Una tarde regresó con los hermosos cabellos recogidos en un moño y Mercedes la vio alta, la vio fuerte; la bicicleta en sus manos parecía una mascota.
La joven la tomó del brazo y le dijo: —Vamos abuela, hoy te toca a ti. No tengas miedo, yo te sostengo.
La montó en la bicicleta y poco a poco, un pie primero y lentamente el otro, le espantó los miedos y la abuela Mercedes comprendió que podía volar. Se fue en busca de la infancia robada, de aquellos mundos maravillosos que veían sus hermanos y sus hijos y que —ahora lo sabía— había encontrado también su nieta.