David González Prieto. CEO de Depencare
Ayer recordaba aquella paradoja del hombre que salta desde un edificio de 50 pisos y según va cayendo, piensa que hasta ahora todo va bien y mientras sigue cayendo piensa, hasta ahora todo va bien. Pero lo importante, evidentemente, no es la caída sino ¡el aterrizaje!
En la gestión del cuidado de las personas mayores desde que surgió la pandemia, parece evidente que se podrían haber hecho muchas cosas mejor, de diferente manera o con más cuidado. Ni la caída ni el aterrizaje han sido los más adecuados y es previsible que aún nos queden muchos meses difíciles por delante, no podemos olvidar que somos el país de Europa con más casos de coronavirus por cada 100.000 habitantes, lo cual complicará aún más la situación entre los más vulnerables.
Como toda crisis, la actual, es muy probable que produzca un cambio o una revisión de nuestros valores como sociedad, y espero que nos haga más conscientes de la importancia de respetar la voluntad de los ancianos, ya que como se señalaba en la encuesta de Personas Mayores del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad de hace tres años, el 87% de los mayores prefiere quedarse y vivir en su propio domicilio.
Los tiempos que vivimos nos urgen a pensar en lo que es mejor para las personas mayores desde la responsabilidad, pero también con cariño y empatía. Es interesante hacer el ejercicio de plantear la cuestión en nuestras cenas o reuniones con amigos ¿a vosotros donde os gustaría estar cuando seáis mayores? Siempre es un debate interesante con una clara opción ganadora, “a mi me gustaría estar en mi casa”. Siendo así ¿por qué hacer algo distinto a lo que queremos para nosotros con nuestros familiares?
El momento actual, supone un reto sin precedentes para todos. Tenemos una responsabilidad máxima en lo referente al cuidado de las personas mayores, y debemos grabarnos a fuego que el fallecimiento de una persona es una tragedia y el de mil personas son mil tragedias, no una simple estadística.
Los ancianos son los más vulnerables y, tenemos el deber de cuidarles de la mejor manera. La carga más pesada sería, si fallamos con ellos de nuevo, ese eterno retorno que describía el filósofo, y que estoy convencido, que no queremos ni debemos experimentar.